Hammer Films es sinónimo de cine de terror. Junto con Universal, se trata de una de las compañías productoras más recordadas por los fanáticos de este género. De origen británico, fue fundada en 1934 a partir de la decisión del comediante William Hinds, más conocido en el mundo del espectáculo como William Hammer.
El auge de Hammer Films puede ubicarse a partir de mediados de la década de 1950, con títulos memorables como The Curse of Frankenstein (1957), The Horror of Dracula (1958) y The Mummy (1959), bajo la dirección de Terence Fisher, quien se convertiría en uno de los más legendarios directores de la historia del cine de horror.
Las mejores películas de la Hammer siempre se destacaron por ser reversiones de clásicos ya explotados por la Universal 30 años antes pero con mucho valor agregado. Nada más ver estas obras para advertir los colores saturados –sobre todo el rojo estallado de la sangre, rozando lo artificial, marca registrada de la compañía–, los vestuarios muy cuidados y el tremendo diseño de producción a partir del cual se nos sitúa en grandes espacios de estilo gótico.
Luego de la bancarrota a fines de los ’70, Hammer está de vuelta. Y es un retorno que promete. Para comenzar esta nueva etapa, los productores decidieron llevar a la pantalla un best-seller de la autora inglesa Susan Hill titulado The Woman in Black. Como director eligieron al joven James Watkins, quien ya había demostrado un muy buen manejo del género en esa gran película que es Eden Lake (2008). Y como protagonista surgió el nombre de Daniel Radcliffe, alias Harry Potter.
La historia de The Woman in Black (2011) es muy simple y recuerda directamente a los relatos más oscuros de Edgar Allan Poe. Arthur Kipps es un joven abogado viudo y con un pequeño hijo. El jefe del bufete donde trabaja le encomienda viajar hacia un remoto pueblo para concretar los últimos detalles de la sucesión de una mujer recientemente fallecida. Todo marcha sobre ruedas hasta que, a poco de su llegada, comienza a presenciar hechos sobrenaturales en el lugar y a descubrir macabros secretos acerca de la mujer muerta.
La influencia del cine de terror de la Hammer es obvia, lo cual se evidencia en la escenografía y la fotografía. También hay vestigios del expresionismo alemán y el cine de terror nórdico de las décadas del ’20 y ’30. Lo que destaca del filme es la preocupación por diseñar climas de suspenso más allá de los correspondientes saltos en la butaca, que no serán pocos. Este es el gran punto a favor de The Woman in Black, porque se aleja del canon convencional actual del shock repentino y fácil a partir de lo explícito para intrigarnos primero y sacudirnos después. Para ello, se vale de montones de herramientas cinematográficas clásicas del cine de terror, como el fuera de campo, el manejo del sonido o los espacios libres del encuadre. Se trata de métodos simples pero efectivos, de una factura correcta, y eso es lo que le otorga valor a la película. No hay pretensiones, lo que le juega a favor al filme.
Otro de los puntos fuertes es la actuación de Daniel Radcliffe. Si bien no se trata de un personaje rico en extremo, podemos ver un héroe que se enfrenta a las situaciones terroríficas con firmeza y decisión. Varios guionistas estadounidenses deberían tomar al Arthur Kipps de esta versión como referencia al desarrollar a los protagonistas adolescentes de los filmes de terror de ese país.
El punto débil de The Woman in Black está en la historia. Se trata de un relato bastante trivial muy similar al que hemos visto en una famosa saga de terror japonesa estrenada hace algunos años y que también tuvo su remake en los EE.UU. Si bien el final puede sorprender a más de uno, se hace un tanto previsible si uno le presta atención a las actitudes y personalidad del protagonista.
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