miércoles, 12 de octubre de 2011

GREMLINS (1984): MALDITOS EXTRANJEROS

Artículo originalmente publicado en la revista digital Terrorifilo.com.

“Dueños de sus destinos son los
hombres.

La culpa, querido Bruto, no está en las estrellas, sino en nuestros vicios.”

William Shakespeare

Gremlins (1984) es sin duda uno de los grandes clásicos del cine fantástico que alimentaron la cinefilia de muchos de nosotros. Volver a verla es como volver a la propia infancia. Pero además, el film es un perfecto ejemplo de cómo el cine puede hablarnos de ciertos temas subyacentes a nuestros tiempos sin llegar a un burdo subrayado de los mismos.

El gran legado de Gremlins –y del cine de los ’80 en general– es precisamente que nos entretiene como niños pero también nos remite a cuestiones y temas adultos no sólo referidos al cine mismo sino también al mundo que nos rodea.

En la mitología anglosajona, los Gremlins son unos malévolos bicharracos capaces de devorar cualquier tipo de maquinaria. Durante la Segunda Guerra Mundial muchos pilotos ingleses los hacían responsables de la caída de sus aviones. Era simplemente una insólita excusa para desligar responsabilidades.

Este concepto es el elemento primordial que explica la idea subyacente del film: algo anda mal en estos tiempos en los que vivimos. Si bien podría pensarse que los causantes son esas endemoniadas criaturas verdes, esto es cierto sólo en parte.

En Gremlins, lo horroroso surge de un adorable bichito peludo y de ojos grandes y encantadores llamado Gizmo. La ternura es el disfraz del mal; el pueblo paradisíaco es el refugio de lo demoníaco. Kingston Falls bien podría ser la sociedad de consumo estadounidense de los ’80 bajo el liderazgo de Ronald Reagan. La acusación de ‘malditos extranjeros’ por parte del Sr. Futterman bien podría ser los políticos acusando a los comunistas, a los japoneses o a los árabes por los males del país. O bien pensemos en los propios Gremlins: ¿no son acaso la caricaturización de todos los vicios y males de los seres humanos?

El trabajo del gran Joe Dante en la dirección es excelente. Fanático de las historietas, seriales, ciencia ficción y terror clase B de los ’50, combina una estética de horror y dibujos animados que es signo fundamental de la transformación y mezcla del cine de los ‘80 en una multiplicidad simultánea de géneros.

Sin necesidad de apelar a reflexiones metafísicas profundas, Gremlins nos regala una inquietante idea, tan cara a los mejores films de terror: los verdaderos responsables del caos y lo macabro son los propios habitantes de Kingston Falls, es decir, nosotros mismos.

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