viernes, 21 de octubre de 2011

ORO NEGRO (2011): ÉRASE UNA VEZ EN EL SUR

La noción de ‘cine de autor’ es uno de los grandes tópicos de debate en el mundo del cine, principalmente en el ámbito de la crítica especializada. Para algunos, es tema esencial para comprender el cine de los últimos 50 años; para otros, se trata simplemente de una noción netamente caprichosa por parte de sus defensores.

En el caso de Fernando “Pino” Solanas, no sé si es posible hablar de ‘cine de autor’, pero sí de un cine de tipo ‘esclarecedor’. Valiéndose de la herramienta documental, sobre todo en sus primeros años –los ’60– así como en estos últimos diez, ha sabido elaborar un compendio de obras que, vistas en conjunto, conforman una matriz de pensamiento en permanente evolución y transformación. Se trata de la construcción de un modelo de visión del mundo a partir del propio aparato cinematográfico, herramienta testimonial esencial para la conformación de dicho modelo.

Oro Negro: Tierra Sublevada II (2011) es la culminación no sólo de una serie de obras testimoniales sobre la última década argentina en el ámbito social y económico –con títulos como Memoria del Saqueo (2002-2003), La Dignidad de los Nadies (2005), Argentina Latente (2007), La Próxima Estación (2008) y Oro Impuro: Tierra Sublevada (2009)–, sino también la pincelada (muy probablemente) final de ese cuadro que es el pensamiento social de “Pino” Solanas.

Contar una historia es más difícil de lo que parece. Pero es evidente que “Pino” lleva ese talento en la sangre misma. Sus documentales son obras prolijas, detalladas y, sobre todo, contundentes, que no pueden dejar indiferente al espectador.

En el caso de Oro Negro, creo que lo más interesante es la forma del relato que logra el cineasta y político. Con una gran abundancia de datos y documentos fotográficos acerca del petróleo, tema evidente desde el título sobre el cual gira la película, el ritmo narrativo está bien logrado. A pesar de su extensión de casi dos horas, que puede parece demasiado para un documental, el filme se sostiene gracias a sus personajes. Son los héroes anónimos ligados a la historia de la explotación petrolífera en Argentina los que le dan vida al relato. Es su dolor el que nos lastima más que el saqueo de nuestros recursos naturales. Son sus anécdotas con las cuales nos reímos. Son sus sueños con los que nos esperanzamos.

Ahora bien, donde el documental gana varios puntos a favor es en su concepto. Como se dijo, se trata de la culminación de una prolífica carrera investigativa y de denuncia. Pero Oro Negro es también el comienzo de algo nuevo, el nacimiento de una nueva etapa.

La idea de la reconstrucción del país a partir del sostenimiento de la dignidad y fortaleza humanas de sus habitantes más marginados es clarísima y recurrente en la serie de documentales de “Pino” de los últimos diez años. Sin embargo, lo interesante de Oro Negro es que la cronología del nacimiento, destrucción y reconstrucción de la industria petrolera es planteada en su totalidad. Se vislumbra un aspecto cíclico que es muy propio de la historia argentina.

En este sentido, Oro Negro es nada menos que un western posmoderno. El lugar a (re)conquistar es uno por donde la civilización occidental de consumo ya pasó y fracasó, dejando un tendal de muerte y desidia a su paso. Lo que para el western americano es un territorio salvaje y virgen sobre el cual avanzar, en Oro Negro la tierra ha sido arrasada por la civilización misma, siendo ésta entendida como la fiebre consumista del siglo XX, acompañada por la anuencia de gobernantes que miraron hacia otro lado. Después de la devastación, ya no queda nada sino el factor humano de los más castigados, sus sueños y esperanzas. “Pino” Solanas conoce a Mad Max.

Tómese por ejemplo el caso de la ciudad de Tartagal. En una de las escenas más contundentes en las cuales se trata el tema de la deforestación en el Norte argentino –en complicidad con los gobiernos provincial y nacional–, se nos recuerda acerca del trágico temporal que sufrió esa ciudad en 2006, dejando varios muertos y pérdidas millonarias. Un joven recorre junto a Solanas la zona del desastre y encuentran varios kilómetros de una vía de ferrocarril literalmente arrancada por la crecida del imparable río aquellos días de tormenta. La conclusión es evidente: se trata de la muerte del ferrocarril en tanto gran símbolo del avance de la civilización en el siglo XIX por sobre el interior salvaje.

Pero “Pino” va un paso más allá y postula a los héroes que encabezan la reconstrucción. De las ruinas, los relegados, los olvidados, sin nada más que su dignidad y fuerza de voluntad, se levantan una vez más para recuperar aquello que les fue –y todavía es– injustamente arrebatado. El plano final, con dos de los protagonistas mirando hacia el horizonte salteño mientras la cámara se aleja en un gentil movimiento, es el punto culminante de la obra testimonial de “Pino” Solanas, pero también primario para los herederos de su generación.

No hay comentarios:

Publicar un comentario