jueves, 1 de septiembre de 2011

WOLF CREEK (2005): EL INFIERNO QUEDA EN AUSTRALIA

Artículo orginalmente publicado en la revista digital Terrorifilo.com.

“Nada nos puede pasar,

Todas las bicis y los barcos,

La ternura indefinida y esas ganas de volar

Nada nos puede pasar…”

('Nada nos puede pasar', de la serie de TV ‘Verano del ‘98’)

Se puede decir que Wolf Creek resultó una grata sorpresa. Se trata de una película australiana de muy bajo presupuesto con una idea tan simple como bien plasmada en pantalla.

La premisa, basada en un hecho real, es un cliché enorme: tres jóvenes, muy fiesteros y jocosos ellos, deciden ir de vacaciones al Parque Nacional Wolf Creek. Pero –¿qué sería del cine de terror sin los peros?– quedan varados en medio de la nada. Son auxiliados por Mick Taylor, un residente de la zona, quien se muestra muy amable y servicial, pero…

Lo interesante de la película está del lado de las referencias al cine ozploitation de la década del ’70: una serie de films australianos llenos de acción, gore, chicas desnudas y villanos memorables, enormemente influenciados por el blaxploitation y el cine clase B estadounidense así como las películas asiáticas de artes marciales.

Como no podía ser de otra manera, la naturaleza salvaje del desierto australiano es el eje central de Wolf Creek. Tal como ocurría en clásicos como Long Weekend (1978), mientras pasan los minutos el ambiente natural comienza a cobrar vida para encerrar a los personajes. Incluso hay lugar para algún que otro toque fantástico, como la escena en que se detienen los relojes. Claro que, a diferencia de aquel film de los ‘70, no es la naturaleza la que se encarga del trabajo sucio sino Mick Taylor –en una gran interpretación de John Jarratt–, un despreciable psicópata que tiene algo de la familia Sawyer de La Masacre de Texas 2 (1986), Jason Voorhees y, obviamente, Toecutter, el antagonista de Mad Max (1979).

En el cine de terror, es fundamental la creación de climas que preparen al espectador para el shock que va a venir. Lo que ocurre con Wolf Creek es que el choque llega por puro contraste. Lo que en los primeros 30 minutos de la película son risas, besos, fiestas, chistes, bikinis y abdómenes trabajados, pronto se convierte en un infierno de sadismo que envuelve a los personajes.

Wolf Creek no será una película memorable, pero sí resulta en un gran divertimento que nos trae a la mente las mejores épocas del cine australiano, donde todo era sol, cuerpos bronceados, tiros y sangre.

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