lunes, 22 de agosto de 2011

SENNA (2010): EL HÉROE Y SUS DEMONIOS

“Hay que intentar ser el mejor, pero nunca creerse el mejor.”

“Los hombres cobardes ven la muerte muchas veces, los hombres valientes sólo una.”

Juan Manuel Fangio

Apenas uno termina de ver Senna, siente la necesidad de ir a un lugar con mucho verde, oler el aire, cerrar los ojos y dejar que el sol le bañe el rostro. Este documental de 2010 es tan fuerte en cuanto a las sensaciones que transmite que uno termina agotado luego de su visión. Dirigido por el inglés Asif Kapadia, se trata de una pieza que logra hacer pasar al espectador por tantos estados de ánimo como son posibles.

Sin duda estamos en presencia de uno de los mejores documentales del año pasado, construido a base de una monumental tarea de investigación, con un enorme mérito de los productores, el editor, el guionista y la dirección, por la forma en que se plasmó la idea en pantalla.

Donde Senna se destaca es en la construcción del relato. Alejado del vicio de gran parte de los documentales, que consiste o bien en el relato a cámara por parte de los familiares o conocidos del protagonista sobre el que gira la historia, o bien de expertos que se refieren al tema central de la obra –vicios no mutuamente excluyentes–, y ayudado por la gran cantidad de material recolectado en la investigación por parte de los realizadores, en Senna nunca vemos ninguna entrevista sino que las voces de los protagonistas acompañan las imágenes de archivo con la propia voz de Senna, haciendo el relato extremadamente dinámico. Así, vemos desfilar los testimonios de Alain Prost –el corredor francés con el cual Senna estaba enfrentado a muerte, deportivamente hablando–, su hermana Vivianne Senna, su madre, su padre, periodistas y dirigentes de la FIA.

Este procedimiento nos permite sumergirnos de tal manera en la historia que parece que estuviéramos presenciando un film de género dramático, de thriller y de suspenso.

Aún más, este tipo de relato con las voces en off no se da durante la totalidad del film, sino que llega en momentos puntuales, donde es necesario agregar información contextual relevante o bien contar alguna intimidad que hace a lo que se ve en pantalla. La información es dosificada de tal manera que las exposiciones de los entrevistados no resulten densas y, lo más importante, que las imágenes hablen por sí mismas.

El objetivo es claro: meternos de lleno en la vida de Ayrton Senna, intentando generar una conexión entre el espectador y las imágenes de archivo. Al dejar de lado el relato a cámara de los que estuvieron cerca del corredor brasilero, podemos adentrarnos en los hechos que marcaron la vida deportiva –y también privada– de Senna.

Creo que el exitoso establecimiento por parte de los realizadores de esta relación simbiótica entre la audiencia y las imágenes es el mayor acierto de la película. Suena paradójico, puesto que un prerrequisito de cualquier documental biográfico es a priori justamente ese, el hacernos partícipes de los documentos fílmicos expuestos en pantalla. Sin embargo, creo que una buena porción de los documentales estrenados en los últimos años no han logrado generar este vínculo.

Ahora bien, muchas imágenes juntas no necesariamente implican un sentido. Lo interesante al analizar una imagen –en sí y en relación a otras– es lo que esta contiene. En el caso de Senna, son los rostros los que hablan. Una buena parte del documental se enfoca en tomar en primerísimo primer plano el rostro del piloto de forma de analizar sus expresiones. Y este es un punto clave a entender porque, en mi opinión, aquí reside la riqueza del documental.

Cada uno de los hechos en los que Ayrton Senna se ve involucrado, sean éstos deportivos –carreras, conferencias de prensa, reuniones de equipo– o extradeportivos –actividades de beneficencia, amoríos–, son sopesados con planos cerrados de su rostro focalizándose en sus ojos. Se trata de una idea muy simple pero extremadamente compleja a la vez: lograr que las expresiones de Senna hablen, que nos cuenten lo que él nunca podrá contar.

Es en este punto cuando caemos en la cuenta de que detrás de toda la parafernalia comercial y frívola del ambiente del automovilismo, que más allá de las carreras y la rivalidad con Alain Prost y los dirigentes de la FIA por los reglamentos y los controles mecánicos de los autos, se halla un ser humano en conflicto consigo mismo. Porque Senna no se queda en una serie de anécdotas acerca de cuántas carreras ganó para ser tricampeón del mundo o de sus secretos para llegar a ello; ni siquiera se conforma con su lucha contra el sistema burocrático de la FIA a favor de los negocios comerciales de sus dirigentes y los dueños de las escuderías; Senna va mucho más allá y nos muestra a un hombre en permanente conflicto con su yo interior.

Es muy interesante escuchar el relato de los padres del piloto durante los primeros minutos del film, cuando comentan sobre el origen de la pasión de Ayrton por la competencia en las pistas. Senna provenía de una familia acomodada, lo cual en los años ’80 era todo un privilegio en un Brasil acorralado por la pobreza, la desnutrición infantil y la violencia. Senna tenía un futuro económico asegurado; sin embargo, decidió dejar todo eso de lado para empezar de cero a luchar como cualquier mortal por cumplir su sueño de vivir haciendo lo que más le gustaba: la velocidad. En términos míticos, Ayrton Senna es el héroe en potencia que debe dejar la aldea al oír el llamado del mensajero –su propia conciencia– para emprender la travesía que lo transformará definitivamente en un héroe, un héroe nacional y, con su muerte, en un mito.

El eje central del conflicto interno del piloto a lo largo de la historia es demostrarse a él mismo que podía mejorar a cada carrera. Senna tuvo varios enemigos deportivos durante su experiencia en la Fórmula Uno, pero el documental avanza un paso más para dejar bien en claro que el verdadero rival de Senna era el propio Senna. Esto queda incluso explicitado por él mismo en varias de las entrevistas de la época expuestas en el film.

Senna nunca necesitó ningún favor de nadie. Nunca se creyó el mejor, a diferencia de muchos de los que lo rodeaban. Ahí están las declaraciones de Prost y las actitudes de Jean-Marie Balestre, el presidente de la FIA.

Gracias a la estructuración del relato, en Senna no sólo se ve un genio dentro de las pistas sino también una persona sensible, humilde, perseverante y con una fe más allá de cualquier límite –basta recordar la frase bíblica codificada como un Oráculo que Senna leyó horas antes de su muerte, momento que en el film es retratado con un envidiable manejo del suspenso y los tiempos.

Por todo esto, Senna es un documental simple en su concepción y enorme en su concreción. Gracias a un gran trabajo en la parte realizativa, logra mantener al espectador al filo del asiento a pesar de que todos ya conocemos el final de esta historia. Pero, fundamentalmente, logra con creces acercarnos a los miedos e inseguridades más profundos de una figura de la magnitud de Ayrton Senna.

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