domingo, 25 de diciembre de 2011

BEHIND THE MASK: THE RISE OF LESLIE VERNON (2006): SÓLO PARA CINÉFILOS

Artículo originalmente publicado en la revista digital Terrorifilo.com.

Los géneros cinematográficos siempre han sido un tema polémico en el mundo del cine. Desde la irrupción de la Nouvelle Vague en los ’60, pasando por la renovación del cine americano en los ’70 y el reciclaje y mezcla de los ’80, se ha puesto en duda no sólo la causa de su origen, sino también su propia existencia. Un interesante análisis teórico especializado acerca de esto puede encontrarse en el libro de Rick Altman, Los Géneros Cinematográficos (Paidós, 2000).

Uno siempre tiene la sensación de que muchos consideran al terror como un género menor, algo que, a veces justificado a partir de pésimas películas, no tiene sustento. O al menos, a los fanáticos sinceramente no nos importa. La realidad es que se trata de uno de los géneros más genuinos –dado que versa sobre nuestros miedos y, en última instancia, sobre nosotros mismos– y completos, con derivaciones tan variadas como el cine de zombies, vampiros, metafísico, torture porn y un largo etcétera.

Uno de los más famosos subgéneros del terror es sin duda el slasher film. Surgido en cuentagotas a partir de obras maestras como Psycho (1960), The Texas Chainsaw Massacre (1974) o Halloween (1978), tuvo su estallido y auge durante los ’80. La gran paradoja fue que su surgimiento implicaba su caída. La masificación del slasher film por la posibilidad de una producción y distribución en serie a partir de nuevas tecnologías como el VHS tuvo como contrapartida la proliferación de una enorme cantidad de obras que simplemente se dedicaban a repetir las fórmulas genéricas una y otra vez. El ejemplo más palpable podría ser una de las sagas más famosas como es Friday the 13th, con nada menos que ocho títulos es apenas 10 años. Decenas de casos como este provocaron un estancamiento y el posterior declive del subgénero slasher hacia los años ’90.

Es a partir de mediados de aquella década cuando, tal como había ocurrido en los ’80 con toda una gama de cineastas cinéfilos, comienza una renovación del subgénero a partir de un joven guionista llamado Kevin Williamson. Ayudado por Wes Craven, padre de una de las criaturas slasher por excelencia como lo es Freddy Krueger, presenta una historia que le daría un original giro al terror moderno: Scream (1996).

Como indica Brigid Cherry en su libro Horror (Routledge, 2009), los géneros –y principalmente el terror– se asientan a partir del establecimiento de reglas o códigos claros pero crecen, o mejor dicho, evolucionan a partir del rompimiento de esas mismas reglas. El gran legado de Scream es nada más y nada menos que eso, destripar al género –para dar un término gore al asunto– para mostrar su propio interior, evidenciando cada engranaje de la maquinaria terrorífica a partir de la referencia explícita de sus propios recursos y su historia.

Algo similar sucede con el filme Behind the Mask: The Rise of Leslie Vernon. Esta película del año 2006 está planteada como un documental en el que un asesino serial, quien le da nombre al título, expone su macabra metodología a un grupo de periodistas. La extrema autoconciencia cinematográfica se plantea desde el primer instante. De ahí que desde el título se nos comunique la intención del filme: enfocarnos detrás de la máscara para poder ver el rostro de lo que hasta ese momento permanecía oculto. No por nada Leslie Vernon está prácticamente toda la película a cara descubierta, rompiendo de esa manera con un código fundamental del estereotipo del asesino serial, el del rostro deformado o escondido que –casi– nunca se revela.

Es interesante cómo Behind the Mask no se nutre de los antecedentes del subgénero slasher sino que integra su propia mitología al relato. Así, podemos ver cómo un hombre común y corriente intenta convertirse en el sucesor de Freddy Krueger, Michael Myers y Jason Voorhees, tomados en este caso no como personajes cinematográficos sino como realidades mismas de un pasado cercano. Es decir que el punto de partida del filme es la construcción de una historia puramente cinéfila que no tendría sentido sin la existencia de un pasado genérico concreto. A diferencia de Scream, donde la cinefilia era un dato que alimentaba el deseo del asesino –o, mejor dicho, de los asesinos– para equipararse a monstruos de la vida real como Jeffrey Dahmer o Charles Manson, sirviendo además como vehículo para la delimitación entre un pasado propiamente cinematográfico y la diégesis propia del relato, Behind the Mask propone un límite difuso entre la realidad y el cine, aumentado por su estética documental.

A partir de esto, el filme es un festival de referencias al género, pasando por el aspecto y vestimenta de los personajes, los actores que los encarnan, los diálogos y hasta los elementos de utilería que pueblan la película –tómese por ejemplo la pequeña camioneta en la que viajan los tres periodistas. Para cualquier fanático del cine de terror que se precie de serlo, es apasionante el visionado del filme con el objetivo de descubrir esta serie casi interminable de guiños cinéfilos.

Ahora bien, más allá del planteo y las referencias, lo cual no es poco, el filme en sí como producto es simplemente una obra mediocre. Las actuaciones son bastante flojas, el guión es un tanto previsible y deja varios puntos sin explicar, el suspenso es mínimo y – lo que es más importante para los fanáticos– casi no hay sangre, apenas unos manchones de un rojo irreal sobre los cuerpos de las víctimas, cuyas muertes en la mayoría de los casos son relegadas al espacio fuera de campo. Paradójicamente, una obra que intenta ser un análisis exhaustivo del subgénero, con todo lo que eso implica en términos de posibilidades de giros en la trama y la burla a los propios códigos establecidos, no llega a ser un gran entretenimiento. Es como si los realizadores se hubieran concentrado más en cómo plantear su idea –que no deja de ser original– que en contar una buena historia que atrape al espectador.

Si en Behind the Mask: The Rise of Leslie Vernon alguien espera encontrar al sucesor de los grandes asesinos seriales que poblaron el cine durante décadas pasadas, será defraudado sin medias tintas. Se trata simplemente de una obra claramente hecha por fanáticos para los fanáticos. Sólo apta para cinéfilos patológicos.

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