domingo, 25 de diciembre de 2011

EVENT HORIZON (1997): EL HORROR DE LO INVISIBLE

Artículo originalmente publicado en la revista digital Terrorifilo.com.

“Y el universo ya no fue más que noche, silencio, inmovilidad.”

Edgar Allan Poe, “El Pozo y el Péndulo”.

El cine de terror no se trata sólo de escenas asquerosas con las que el fanático se regodea. Es necesaria una historia atractiva así como una puesta en escena al servicio de esa historia. Por eso, films como Saw (2004), si bien exitosos, probablemente queden como un lindo recuerdo dentro de unos años, mientras que obras como Halloween (1978) perduran y sirven como influencia a los nuevos cineastas.

Con Event Horizon (1997), el director británico Paul W. S. Anderson se presenta en el género terrorífico luego de incursiones bastante intrascendentes como Shopping (1994) y Mortal Kombat (1995). La historia es muy simple: en el 2047 el Event Horizon, nave espacial que se creía perdida, es encontrada. Un contingente de soldados salen en su búsqueda junto al científico ideólogo de la misteriosa nave. Pero no imaginan lo que les espera al llegar.

Partamos de una base: Event Horizon no es una obra maestra, pero tampoco resulta ser un film decepcionante. Su magra recaudación en la taquilla no ayudó a generarle buena prensa y muchos la olvidaron. Sin embargo, se destaca en varios aspectos.

En primer lugar, hay un gran trabajo de arte y maquillaje. El diseño de la nave, claramente inspirado en films como Alien (1979), contribuye a darle un marco oscuro e imponente a la película. Las escenas gore también son excelentes. Tras 15 años de un enorme avance en los efectos de maquillaje, esas escenas hoy siendo fuertes.

El segundo punto a favor son los actores. Hay pocos personajes, pero los nombres de Lawrence Fishburne y Sam Neill sostienen la película durante algunos pasajes en los que el guión flaquea.

Finalmente, lo más relevante del film es el concepto alrededor del cual gira la historia. En Event Horizon no hay una criatura extraterrestre que elimina a los personajes uno a uno. Tampoco hay una fuerza externa concreta que actúe como oposición a los protagonistas. El gran villano es la inmaterialidad, la invisibilidad de lo horroroso.

En este sentido, hay una reminiscencia a esa concepción ‘carpenteriana’ de la inmaterialidad del mal, una fuerza destructora y perversa que no puede verse ni tocarse, y de la que no conocemos origen alguno. No hay daño corporal directo producto de esa fuerza sino que éste es consecuencia de los horrores mentales y psíquicos que ese poder maligno ejerce sobre los personajes.

Tal vez la mayor falla de la película es no explotar más en profundidad este atractivo concepto. Las acciones se suceden de manera rápida y no llega a generarse un clima previo lo suficientemente intenso como para lograr un shock más perdurable en el espectador.

De todas formas, Event Horizon resulta una buena propuesta que demuestra que lo invisible puede ser infinitamente más horroroso que lo concreto.

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